Sobre las nalgadas
En este ensayo, se entiende por nalgada al golpe deliberado con la mano extendida sobre el glúteo de otra persona, para causar dolor temporal, sin provocar una lesión física grave. Puede estar acompañada de un apretón posterior, pero eso no nos interesa por el momento. Lo que nos interesa ahora es la escena anterior: poner los ojos sobre el objetivo, olvidarse de cómo es ese glúteo y a quién pertenece. Levantar el brazo —o por lo menos separarlo de la piel ajena— para tomar vuelo. El instante crítico: la mano inmóvil en el aire. Todo se detiene durante ese último respiro y no hay marcha atrás. (Pienso: si vas a lanzar ese golpe, que lo valga.) Poco después se empieza a sentir el jalón en el hombro y el aire fluir entre los dedos. La mano y la carne se acercan hasta emitir el sonido efímero y exquisito que los dos estábamos esperando. Observo con cuidado cómo se difuminan en su espalda las ondas concéntricas provocadas al perturbar su piel, como piedra en un charco. Mi mano sigue ahí y se escucha un pequeño gemido. El dolor infligido causa una molestia irresistible y, dentro de mí, una reacción química que aprieta mi respiración. La carne y la mano ejercen la misma fuerza en direcciones contrarias (acción y reacción): le duele y me duele. Un suave ardor me recorre la mano y un sentimiento inefable me atraviesa la espalda. Abrazo el dolor y me abandono por completo en la inmensidad del momento. Parpadeo rápido para no perderme de nada, y (ahora sí) aprieto con fuerza ese cuerpo lastimado como si fuera de mi propiedad. Lo aprieto como si quisiera vaciar un globo de agua para apoderarme de la carne; entierro mis dedos afilados por las cuerdas hasta deformarla por completo y me hundo en el placer de cerrar los ojos para guardar esa imagen. Respiro.
∆
Este instante nos define. Siento su piel sobre la mía; un intercambio de calor desesperado, sólo comparable con el deseo de formar un solo cuerpo. Mi mano está en el frío, lejos de los dos, como si una fuerza centrífuga la expulsara del cuadro. Pero resiste; está conectada al cuerpo que configuramos en la cama y no se deja llevar. En ese segundo hay que tomar una decisión de orgasmo o muerte.